De niña nunca quise ser princesa, quería ser superhéroe y salvar el mundo.
Pero no del tipo Wonder Woman, la mujer maravilla de espectacular cabellera oscura, piernas fuertes y curvas pronunciadas… No, no, no.
Quería ser G.I. Joe, una serie de dibujos animados inspirados en fuerzas militares americanas, que luchaban contra la organización terrorista Cobra, que, naturalmente, quería dominar La Tierra.
No hay nada de malo en eso.
Y aunque también me gustaban las Barbies, las medias y las faldas, no eran lo mío.
Así crecí y cuando llegué a la adolescencia, me sentía Betty La Fea. No llevaba gafas pero sí una melena rizada indomable que casi llegaba al afro y piel morena. Y rechazo había, sí. Porque los chiquillos son crueles y en ese tiempo te lo comías con papas. Nadie hablaba de «bullying».
Así que consciente, o inconscientemente, fundamenté mi autoestima en mi desempeño escolar y deportivo… Era una de las más listas de la clase y llegué a ser capitana del equipo de fútbol.
Más tarde supe que la serie G.I. Joe fue desarrollada con la idea de crear unos muñecos militares enfocados a los niños (varones), que pretendían emular el éxito de Barbie entre las niñas.
¡Vaya manera de imponer estereotipos!
Pero más allá de los modelos que tenemos instaurados por nuestra cultura o grupo social, buenos o malos, acertados o no, lo importante es cómo ello determina nuestro bienestar, nuestra autoestima y nuestro desempeño en el futuro.
Hoy le doy la vuelta a la tortilla y me pregunto: ¿qué hubiese sido de mí (de mi seguridad y confianza en mi misma), si no hubiese tenido las herramientas suficientes para superar que no cumplía el canon de belleza de la época?
¿De no haber sido consciente de que tenía otras cualidades y habilidades?
¿Que era igual de importante, reconocida y amada por mis familiares y amigos?
Porque al ser mujer, y latinoamericana (nací en Venezuela), en los 90´s el prototipo estaba claro: todas querían ser como Pamela Anderson al estilo Baywatch.
Y todavía perduran estos estereotipos… Ayer mi peque de doce años me preguntó: ¿mamá, qué pasa si me dicen que soy plana? Refiriéndose a algún comentario escolar en relación al tamaño de sus pechos.
Ya te imaginas mi respuesta. Comencé con algo como:
«Shakira también es plana y mira por dónde va la piba… Así como estás eres perfecta y la semana pasada ganaste la medalla de oro en Judo, en los juegos del Cabildo».
Así que, «si juzgamos a un pez por su capacidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil». Como dijo Albert Einstein.
Te animo entonces a responder la siguiente encuesta (para tí mism@):
¿Conoces a tu peque lo suficiente y respetas su potencial innato? O nació pez y estás alentándol@ a que trepe árboles.
¿Fomentas su autoestima y confianza en sí mism@?
¿Le recuerdas a diario lo valios@ que es y que puede lograr lo que desee en su vida si no se rinde jamás?
Vivimos en la era del exceso de información y cada vez se piensa menos en el autoconocimiento. Hazle ver que aunque se sienta distint@ a los demás, o no, lo importante es que vino a este mundo a aprender, a ser feliz y a llegar tan lejos como desee.
Y si necesitas una mano en ello, deja que Maryon te ayude… en una emocionante aventura que le hará descubrir que aunque la vida no sea siempre de color rosa, las herramientas más importantes siempre están en nuestro interior.
Encuentra su historia aquí.
Te abrazo infinito,
Audrey (Betty La Fea).