No existe la Ansiedad Infantil

La ansiedad no solía ser un obstáculo para casi ningún niño, niña o adolescente hasta ahora, que vivimos bajo un estilo de vida atropellado, lleno de innumerables tareas por realizar y que nos impiden detenernos a disfrutar de las cosas simples y maravillosas que tiene la vida.

Sin querer, o queriendo, porque pensamos que es lo mejor para ellos, los sobrecargamos de actividades extraescolares, que no siempre dan felicidad, sino que a menudo la dificultan, y los sumergimos en un estrés que aniquila su potencial y la mayoría de las capacidades que se generan en la infancia y en la adolescencia. Y nos creemos el mito: “mi hij@ no sufre de ansiedad… es que es muy nerviosillo, es muy perezosa, es un dejado…

Cómo identificar y superar el estrés y la ansiedad que bloquea el verdadero desarrollo, el disfrute de los logros y el crecer en un entorno saludable y feliz, es el objetivo de la entrada de hoy.

En algunas experiencias del día a día con nuestros hijos, ya sea cuando llega el momento de enfrentarse a un examen, o de realizar la presentación oral de un proyecto, por ejemplo, o quizás cuando tienen que acudir a alguna actividad extraescolar… Podemos notar que se ponen muy nerviosos, que dudan aunque se hayan aprendido y estudiando concienzudamente los contenidos a ser evaluados, y hasta pueden sentir dificultad al respirar.

Es muy normal que cuando se enfrenten a algún desafío, ataquen los nervios, y por ende, nosotros deberíamos ayudarles a que aprendan a manejar las emociones como el miedo y sus variantes: la susceptibilidad, la vergüenza o la timidez.

Sin embargo, y más allá de los típico nervios antes de un examen o antes del partido, existe una condición agravante de su desarrollo, que ocurre cuando ese niño o niña experimenta día tras día, la tensión y el estrés de vivir una rutina agitada, llena de múltiples actividades, sin descansos suficientes ni tiempo para el aburrimiento, para el ocio y la paz y tranquilidad de incluir a diario, momentos sin ruido, sin pantallas o el contacto con la naturaleza.

Conviene, por ende, tener en cuenta y hacer un razonamiento sobre nuestro estilo de vida. Y aunque parezca trillado el comentario, y sepamos en la más profundo de nuestra conciencia y nuestro corazón, que debemos hacer cambios para el bien de nosotros mismos, lo más habitual es que mantengamos la rutina de todos los días y sigamos viviendo en la incomodidad de una vida llena de tensión.

Vivir con estrés, encadenados al cumplimiento de objetivos constantes sin detenernos a descansar de manera apropiada y a equilibrar nuestras actividades, nos alejan del verdadero sentido de la vida, que no es más que crecer, aprender y disfrutar de nuestros seres queridos en armonía con los que nos rodean y con la naturaleza.

Disfrutar del proceso de aprendizaje, y de cada logro, también es importante, así como también lo es, enseñarles a nuestros hijos a vivir y a ser felices. Lo demás son medios para lograrlo.

Quizá debamos asegurarnos de que los medios que ponemos para intentar conseguirlo son los adecuados a su edad y circunstancias y que no se nos escape el fin de la felicidad, con una excesiva sobrecarga de actividades sin la adecuada gestión de las emociones negativas que puedan generar.

Ahora bien, les invito a observar el comportamiento de sus hijos y a detectar si los estamos sometiendo sin querer, a una excesiva carga de actividades y a una rutina llena de tensión.

¿Están realmente contentos con las extraescolares que realizan o están en ellas porque nosotros queremos que las hagan?

Durante una encuesta que fue reflejada en el libro Educa sin estrés, de Fernando Alberca, se descubrió que a la mayoría de los niños les hacía más feliz quedarse en su casa jugando «a cualquier cosa», que ocupar el tiempo en otra actividad, y cuando se les preguntó a los padres y madres la razón por la que los llevaban a esas actividades extraescolares, estos argumentaban que para que se divirtieran, adquirieran aprendizajes útiles para el día de mañana y en definitiva fueran felices.

Pero es una realidad, que la mayoría de los padres y madres no nos damos cuenta de las muchas enseñanzas útiles que pueden aprender los niños en una hora de juego en casa antes de cenar, con hermanos, si los tiene, o solo. O simplemente, aprendiendo a gestionar el aburrimiento.

Evaluemos pues, a quiénes estamos haciendo felices, y si estamos o no, favoreciendo estados de estrés, tensión o ansiedad en nuestros hijos.

Se preguntarán ahora…

¿Cuáles pueden ser las señales de que nuestros niños y niñas puedan estar atravesando un período de ansiedad? Recuerda que siempre puedes buscar la ayuda de un profesional para detectar el corregir el problema.

La ansiedad infantil tiene diversos síntomas de tipo físico, cognitivo y conductual.

Entre los síntomas físicos pueden presentarse náuseas, sudores, mareo, temblores, problemas para respirar, dificultades para dormir y pesadillas.

En cuanto a los síntomas cognitivos, pueden mostrase a través de la inseguridad o tener la autoestima baja, por lo que los niños tendrán dificultades para hacer frente a aquello que les produce la ansiedad.

Por su parte, los síntomas conductuales se reflejan en situaciones en la que el niño evita aquello que le da miedo o le provoca inquietud. Por ejemplo, si la ansiedad deriva de ir al colegio, seguramente todas las tareas que tenga que hacer para ir a la escuela como los deberes, ducharse, desayunar o vestirse, las hará más lento de lo habitual.

Detectar, queridos míos, la ansiedad infantil y actuar en consecuencia, es uno de los retos a los que nos enfrentamos los padres y madres. El objetivo es que el niño o niña se sienta ayudado y apoyado y que consigamos que se encuentre mejor.

La ansiedad de un niño, niña o adolescente es su reacción natural a una amenaza que siente y le provoca una inseguridad tan desbordante que lo abarca todo. Pero a menudo, estos peligros que siente no son tan reales como los percibe. Entonces se exageran las amenazas y sus consecuencias, acabando el niño o niña en el bloqueo.

La causa de la ansiedad infantil es, por tanto, percibir desproporcionadamente los problemas y no haber aprendido a solucionarlos. Por eso es tan frecuente en niños, niñas y adolescentes hipersensibles o en hipersobreprotegidos, y se ve alimentada por un estilo de vida estresado, en el que se intenta hacer más de una cosa a la vez; en el que parece que no descansar es aprovechar mejor el tiempo (cuando es todo lo contrario); en el que se intentan solucionar los problemas que no se pueden solucionar o no al menos en ese momento; en el que se sufre por lo irremediable; en el que se rellena la ausencia de compañía con actividades extraescolares sin trayectoria o en el que se solucionan los obstáculos huyendo o cambiando de objetivo.

Reflexionemos entonces: 

¿Les estamos enseñando a vivir centrando la importancia en el pasado o en el futuro, en lugar de vivir el momento presente? ¿Es más importante lo que pasó o lo que queremos que pase?

¿Vivimos un estilo de vida, en definitiva, apresurado, sin reflexión ni silencio reparador, con acción continua, impulsividad, e inmediatez?

¿En nuestro hogar reina el ruido y el cambio constante?

Si han respondido sí a algunas de estas preguntas, quizás sea el momento de hacer algunos cambios para evitar que nuestros chicos crezcan con frustración e inseguridad, con problemas de atención e innumerables consecuencias que pueden afectar negativamente su desarrollo social y académico.

Y si hemos detectado algunos síntomas, algunas pautas que se pueden seguir son las siguientes:

  • Hacer consciencia de si nuestro estilo de vida puede estar llevándolos a sufrir ansiedad. Y si es así, debemos establecer las medidas y los cambios que consideremos necesarios. Esto, sin duda, redundará en un beneficio global para toda la familia.
  • Evaluemos si las actividades extraescolares que están realizando los hacen felices a ellos, o a nosotros… o les están generando estrés.
  • Prioricemos el tiempo de descanso. Y si se hacen muchas actividades al día, garantizar períodos de relajación entre cada actividad.
  • Podemos enseñarles a meditar o hacer ejercicios de relajación y respiración y enseñarles a concentrarse en una sola tarea a la vez. Nada de eso de estar haciendo dos cosas al mismo tiempo.
  • Para reducir el agobio que puedan sufrir ante cualquier problema del que no conozcan la solución, y con ello, también enseñarles a gestionar las emociones de miedo, tristeza y todas sus variantes, es muy importante preocuparnos por fortalecer su autoestima y trabajar el hábito de la resiliencia y el pensamiento positivo.
  • De igual manera, fomentemos el deporte sin estrés, proporcionemos una alimentación adecuada y equilibrada, y además, preocupémonos por su descanso… que duerman bien y suficiente.
  • Les recomiendo incluir paseos al aire libre y estar en contacto con la naturaleza, al menos una vez a la semana,
  • Y por último, pasar tiempo sin música, sin ruidos, sin pantallas… que aprendan a tolerar el aburrimiento, los tiempos de espera… que incorporen el hábito de la lectura, si no lo tienen… así fomentaremos entre otras cosas, la paciencia y la creatividad.

Espero que esta revisión les sea de utilidad. Recuerden que si se les escapa de las manos, es importante acudir con un profesional. Nunca es tarde para detectar, corregir y actuar.

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Los espero dentro.

Un abrazo.


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